Al tratar de localizar alternativas sostenibles a los biocombustibles, las algas se han convertido en un fuerte contendiente para ser utilizadas como materia prima para los biocombustibles. Esto ha dado lugar a una avalancha de investigaciones para explorar más a fondo la idoneidad de las propiedades de las algas para funcionar como fuente de energía renovable.
Las algas son un grupo de organismos unicelulares que existen en ambientes de agua dulce o salada.
Las algas son un grupo de organismos unicelulares que existen en ambientes de agua dulce o salada. La mayoría de las cepas son fotosintéticas y absorben energía del carbono orgánico en lugar del carbono atmosférico.
Actualmente, las algas ya se utilizan en muchas aplicaciones comerciales, como el tratamiento de aguas residuales, colorantes y producción de suplementos nutricionales. Además, el aceite vegetal de algas se puede utilizar directamente o incluso refinar para obtener varios tipos de biocombustibles, como diésel renovable, combustible para aviones y productos cosméticos.
Alternativamente, se pueden extraer carbohidratos, es decir, azúcares, para someterlos a un proceso de fermentación y generar así biocombustibles como etanol y butanol. De esta manera, los azúcares de las algas también participan en la producción de plástico y productos bioquímicos. Curiosamente, la biomasa de algas puede funcionar potencialmente como fuente de aceite de pirólisis y utilizarse para generar calor y energía.
Aunque el biocombustible de algas está demostrando ser una posible alternativa adecuada, existen algunos obstáculos que podrían hacerlo contraproducente. Según un estudio realizado por Tom Bradley, director de Decerna -consultora especializada en economías bajas en carbono- y sus coautores, los gastos ambientales asociados a la construcción y operación de la infraestructura para el crecimiento y procesamiento de las algas, además de generar la energía necesaria electricidad, tienden a superar los beneficios del biocombustible de algas.
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